26 may 2010

Efraín Colombo, simplemente arrollador.


pero es el mismo de siempre, auténtico, solo que por estos tiempos ese pibe ciertamente extrovertido pero valorador de sus afectos marcha por una de esas calles que solo transitan aquellos que van con rumbo inequívoco hacia la madurez

Efráin es el mismo de siempre, no deja de ser ese pibe que con una pasión indescriptible toma la guitarra para arrancarle un “poco” de música, la necesaria para alegrar a todos, la necesaria para armar una fiesta donde no la hay, solo él es capaz de hacerlo con idéntica energía y vehemencia cuando es cantor para unos pocos como cuando los es para una plaza enmudecida por momentos por ver a ese artista que impacta desde el momento de salir a escena hasta el saludo del final, es verdad que ya no juega con su voz, ya no juega a imitar a “Horacio” o tantos otros íconos del cantar popular, es verdad que ya no se detiene a la mitad de un tema para volver a comenzar porque olvido la letra o ese tono que busca es esquivo de aparecer, pero es el mismo de siempre, auténtico, solo que por estos tiempos ese pibe ciertamente extrovertido pero valorador de sus afectos marcha por una de esas calles que solo transitan aquellos que van con rumbo inequívoco hacia la madurez, tiene buena base familiar, está bien enseñado y es bien aprendido, ese pibe ahora tiene un horizonte claro que es el de triunfar, y luego de su paso por el corazón de Rafaela no quedaron dudas de que solo se trata de tiempo, ese factor que no sabe de atajos para ser sorteado es el único que se atreve a interponerse entre el éxito y él, una sólida presencia en el escenario, un cantar pulido y cuidado hasta el último detalle, una imagen propia de los grandes artistas, esa que genera un magnetismo que te impide dejar de observarlo y disfrutarlo, y un andar arrollador junto a sus notables músicos, allí están los atributos de un siempre evolutivo Efraín.

La fuerte influencia de su gran maestro de estos tiempos como lo es Orlando Veracruz, la capacidad para interactuar con el siempre poco participativo público rafaelino y la contundente manera de transformar en su hábitat un escenario más son los puntos que lo terminan de posicionar en la escalinata a los grandes escenarios de los grandes eventos.

Efraín Colombo cantó en su casa, su ciudad, y en la plaza central con el sol del 25 asomado aunque dejando la tarde le agradeció el empujón inicial a su tío por aquello de darlo a conocer a través del Dúo Girasol, si, le agradeció Julián Rati, el que le canta a su trigo, veneró a “Orlando”, el que le canta a su costa y el que define aspectos finales de su formación, le canto al gran poeta Mario Vechiolli y a toda ese pueblo que como en 1810 quería saber “de que se trata”, ahora ya lo sabe, se trata de un artista llamado a ser grande y que rumbo a ese sueño pasó por Rafaela dejando esa tarde como un mojón en su carrera.

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